OPORTUNIDAD HISTÓRICA O DISTRACCIÓN POLÍTICA

Dina Boluarte viajará al Vaticano para presenciar un momento sin precedentes: la entronización del primer papa peruano en la historia de la Iglesia católica. El Congreso lo autorizó con 71 votos a favor, pero la decisión no fue unánime ni desinteresada. Detrás del gesto protocolario y la pompa diplomática, este viaje esconde una jugada calculada: un intento por capitalizar un evento histórico para distraer de la crisis política que ahoga a su gobierno. Mientras el país espera soluciones concretas a la inseguridad, la recesión económica y la fragmentación social, la presidenta elige aparecer en fotografías junto al nuevo pontífice, como si la legitimidad se construyera con símbolos y no con acciones.
El permiso no se concedió sin resistencia. Horas antes de la votación, el propio presidente del Congreso, Eduardo Salhuana, advirtió con ironía que "antes de pensar en el Vaticano, hay que arreglar la casa". Tenía razón. El gabinete ministerial seguía incompleto, el ahora ex premier Gustavo Adrianzén acababa de renunciar ante una censura inevitable, y la designación de su reemplazo, Eduardo Arana, generaba más escepticismo que esperanza. Boluarte respondió con premura: juró a Arana al mediodía y, casi como un trueque, obtuvo el aval para su viaje por la tarde. La velocidad con la que se movieron los hilos revela su prioridad: asegurar la foto con el papa, no la estabilidad de su gobierno. El nuevo gabinete, por cierto, ya nace herido. César Sandoval, flamante ministro de Transportes, arrastra denuncias de violencia de género y vínculos con APP; Juan Alcántara, nuevo titular de Justicia, es señalado por su cercanía al hermano de la presidenta. Ninguno inspira confianza, pero eso parece secundario cuando hay una narrativa que vender: la de un Perú unido bajo el manto espiritual del papa León XIV.
Lo más revelador, sin embargo, no fue la votación, sino sus contradicciones. Los mismos congresistas que días atrás amenazaban con vacar a Boluarte como los de Fuerza Popular y Renovación Popular hoy le facilitan el viaje. ¿Solidaridad patriótica? Difícil creerlo. Más bien, es una muestra de que la clase política peruana sigue operando bajo un pacto no escrito: proteger las apariencias mientras el país arde. Incluso Salhuana, crítico horas antes, terminó incluido en la delegación oficial. La izquierda, al menos, fue coherente: votó en contra, denunciando el doble estándar de un gobierno que pide "unidad" pero gobierna para sus intereses. La cancillería, previsiblemente, celebró la decisión como un triunfo diplomático. Olvida mencionar que la diplomacia no se reduce a ceremonias, sino a credibilidad, y esta administración tiene tan poca que ni un evento histórico logra ocultar su desgaste.
Boluarte regresará del Vaticano con las manos vacías. No habrá milagros que reviertan su impopularidad ni bendiciones que limpien su gestión. Mientras ella se postra ante el nuevo papa, aquí seguiremos, esperando que algún día gobierne para los peruanos, no para su supervivencia política. El viaje era innecesario; lo urgente estaba y sigue estando en casa.

Comentarios

Blogs

PEDRO CASTILLO Y LA BATALLA LEGAL EN LA CIDH

UN LEGADO COLONIAL Y PADRIARCAL

EL HOMBRE QUE DESAFIÓ EL PODER SIN DEJAR DE SER HUMANO

LA VOZ TRANSFORMADORA DE LA POESIA Y MUNDIAL

ADRIANZÉN Y LA DIPLOMACIA DE LO PREVISIBLE