EL INDULTO COMO HERENCIA: LA AMENAZA DINÁSTICA DE LOS VIZCARRA

En el panorama político peruano, donde la confianza en las instituciones se ha erosionado como arena bajo la lluvia torrencial de escándalos, la reciente declaración de Mario Vizcarra emerge como un síntoma alarmante de una dinastía familiar que prioriza los lazos sanguíneos sobre el imperio de la ley. Como precandidato presidencial de Perú Primero, Vizcarra ha manifestado su disposición a considerar el indulto para su hermano Martín, condenado a catorce años de prisión por los casos de corrupción en Lomas de Ilo y el Hospital de Moquegua. Esta postura, enmarcada en una supuesta imparcialidad —el trato igualitario a todos los expresidentes, sujeto a la recomendación de una comisión evaluadora—, no hace más que desvelar las fisuras profundas de un sistema judicial y político que, en lugar de sanar, se perpetúa en ciclos de impunidad selectiva. Desde esta perspectiva, la propuesta de Vizcarra no representa un acto de equidad, sino una maniobra calculada que socava los principios democráticos fundamentales, invitando a una reflexión sobre cómo el nepotismo disfrazado de formalidad amenaza la frágil arquitectura republicana del Perú.

El núcleo de esta crítica radica en la instrumentalización evidente de la prerrogativa presidencial del indulto, un mecanismo constitucional destinado a atenuar injusticias humanitarias, no a blindar a familiares convictos de delitos graves. Martín Vizcarra, exgobernador de Moquegua y expresidente de la nación, enfrenta una sentencia respaldada por evidencia de sobornos que ascendieron a más de dos millones de soles, un monto que ilustra no solo la magnitud de la transgresión, sino el daño colateral a la confianza pública en la gestión de recursos estatales. Mario Vizcarra, al condicionar el indulto a una comisión, pretende erigir un velo de objetividad, pero esta estratagema ignora la inevitable influencia de lealtades familiares en la composición y deliberaciones de tales instancias. En un contexto donde los Vizcarra han tejido una red política —con Mario a la cabeza de la fórmula presidencial, flanqueado por figuras como Carlos Illanes y Grethel Callo, y con Martín posicionado en la sombra como precandidato a la vicepresidencia—, la imparcialidad se convierte en ilusión. Las defensas públicas de Mario, que minimizan los "vacunagate" como mera "falta" y cuestionan la cronología de las aprobaciones de Pfizer y Sinopharm para exculpar a su hermano, revelan un patrón de negacionismo que prioriza la narrativa familiar sobre los hechos judiciales. Esta dinámica no solo perpetúa la percepción de una justicia a dos velocidades —una para los poderosos, otra para los vulnerables—, sino que agrava la polarización social, donde el electorado, hastiado de promesas vacías, ve en cada indulto potencial un ladrillo más en el muro de la élite intocable. La candidatura de Mario, oficializada con aspirantes al Senado como César Figueredo y Alejandro Salas, un exministro del castillismo, se presenta como un proyecto de renovación, pero en realidad consolida un bloque de intereses que transforma el indulto en herramienta de continuidad dinástica, erosionando la separación de poderes y fomentando un cinismo colectivo que debilita la cohesión nacional.

Ante esta deriva, el camino adelante exige una vigilancia implacable para que la elección de 2026 no se convierta en el prólogo de más impunidades. La postura de Mario Vizcarra, aunque envuelta en retórica de igualdad, no resiste el escrutinio ético: concede a la familia un salvavidas que niega al común denominador de los peruanos, perpetuando un ciclo donde la corrupción se absuelve no por justicia, sino por proximidad. En última instancia, si el indulto se erige como puente para el retorno de figuras condenadas, el Perú no avanzará hacia la responsabilidad y que clama su historia reciente, sino que retrocederá a los abismos de favoritismo que han minado su democracia. Solo un rechazo colectivo a estas tentaciones nepotistas forjará un futuro donde la ley, y no el apellido, dicte el destino de los poderosos.

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